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CÓMO CUIDAR LA FERTILIDAD NATURAL DE NUESTROS SUELOS

EL SUELO Y LA FERTILIDAD

¿QUÉ ES EL SUELO?

El suelo está compuesto por minerales, materia orgánica, seres vivos, aire y agua. Se trata de una delgada capa, formado lentamente a través de la desintegración de las rocas por la acción del agua, los cambios de temperatura y el viento. 

El suelo está lleno de vida, llegando a albergar un cuarto de toda la biodiversidad del planeta. En apenas unos gramos de tierra coexisten miles e incluso millones de microorganismos, y se calcula que en una hectárea de terreno fértil pueden llegar a habitar 300 millones de pequeños invertebrados, como lombrices, insectos y arácnidos.

La clave de un suelo sano es que exista un equilibrio entre sus diferentes constituyentes: fracción mineral, fracción orgánica y microbiota.

La materia orgánica y los microorganismos aportan los nutrientes que servirán de alimento a las plantas. Además, contribuyen a que el suelo tenga unas condiciones óptimas para el desarrollo de sus raíces. Lombrices, bacterias y hongos también son los encargados de descomponer los restos orgánicos y producir humus, una forma estable de materia orgánica que contribuye a retener agua y nutrientes y ayuda a prevenir la erosión.

LA FERTILIDAD DEL SUELO

Un suelo fértil es aquel que posee los nutrientes y sustancias necesarios para el desarrollo de las plantas, tiene una consistencia y profundidad óptimas para la fijación de las raíces, está aireado, no contiene sustancias tóxicas y es capaz tanto de absorber como de retener el agua, manteniéndola disponible a lo largo del tiempo para el uso por parte de las plantas.

En la Naturaleza, allí donde la acción directa del ser humano no interviene, los suelos conservan su fertilidad. Los restos orgánicos, como la hojarasca, animales muertos y excrementos, se pudren y son descompuestas por acción de los microorganismos, formando humus que se incorporará al suelo y servirá de alimento a las plantas que allí crecen.

En los terrenos cultivados mediante técnicas agrícolas convencionales no se produce este ciclo y los nutrientes no son devueltos al suelo, por lo que en cada cosecha se van gastando poco a poco sus reservas y volviéndose cada vez más pobres.

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA CONSERVAR LA FERTILIDAD DEL SUELO?

Un manejo adecuado y sostenible del suelo nos va a permitir restaurar, mantener e incluso incrementar su fertilidad, para de esta forma obtener cosechas de calidad a lo largo de los años. Resulta imprescindible estimular la actividad de los microorganismos, manteniendo o aportando una cantidad adecuada de materia orgánica.

Algunas de las prácticas que podemos llevara cabo son las siguientes:

  • Rotación y asociación de cultivos : consiste en alternar plantas de diferentes familias y con necesidades nutritivas diferentes en un mismo lugar durante distintos ciclos, evitando que el suelo se agote y que las enfermedades que afectan a un tipo de planta no se perpetúen en el tiempo.
  • Aporte de materia orgánica : La reposición de materia orgánica en el suelo puede hacerse de manera natural, dejando descansar el suelo de forma que crezca nuevamente la vegetación, o bien añadiendo periódicamente estiércol, compost o humus de lombriz.  La materia orgánica del suelo no sólo aporta nutrientes, también mejora su estructura (capacidad de retención de agua, de aireación…) y favorece la actividad microbiana, imprescindible para un suelo sano.
  • Abonos verdes: se trata de plantas que se cultivan, no para obtener un fruto, sino para beneficiarnos de su labor como fertilizante natural, ya que su uso mejora la estructura del suelo y aporta nutrientes cuando los trituramos e incorporamos al terreno. Además, los de las familias de las leguminosas tienen la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico, aumentando las reservas de nitrógeno en el suelo. Además, sirven como cubierta protectora, y para combatir la aparición de malas hierbas.
  • Fertilización mineral: debe ser empleada con moderación, teniendo conocimiento de qué nutrientes faltan en el suelo y en qué proporción deben ser añadidos al mismo. Si se usan en exceso pueden dañar los cultivos y matar a los microorganismos del suelo.

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